El circo Chileno

El circo representa una práctica social de antiguo origen - recuérdese los saltimbanquis, jugalres y bufones que recorrian la antigua Europa - cuyo sentido radica en la entretanción y el esparcimiento a través de la puesta en escena de actos que requieren de habilidades y destrezas humanas posibles sólo gracias a una intensa práctica, medio por el que se perfeccionan hasta el límite de lo humano, haciéndolas aparecer como sobrenaturales o divinas, como ocurre con los actos de magia, malabarismo o equilibrismo.
Este arte ha sido desarrollado en Latinoamerica adquiriendo cualidades particulares de acuerdo a las características del desarrollo histórico y social de este continente. En este marco, el circo chileno ha representado un referente para la construcción de la identidad del "espíritu" nacional. Un arquetipo en este ámbito lo representa la historia, llevada en 1955 al cine, sobre El Gran Circo Chamorro; es el tipo de historia que puede hacer reír, llorar y reflexionar acerca de la naturaleza de la chilenidad, consagrando valores fundamentales y delatando flaquezas humanas que a pesar de ser tratadas a la manera de la idiosincrasia chilena, bien podrían ser comprendidas en cualquier lugar del mundo por su universalidad.

La historia, ambientada en plena epoca modernizadora del pais y en medio de las fuertes migraciones campo ciudad ocurridas en la primera mitad de siglo XX, trata del dueño de un circo que ha hecho grandes esfuerzos para que su hijo pueda estudiar medicina en Santiago; para ello no solo ha trabajado duro sino que se las ha ingeniado para ahorrar dinero interpretando distintos roles y haciéndo diferentes trabajos dentro del Circo, desde boletero hasta vendedor de dulces (de allí se desprende el dicho popular del “Circo Chamorro” que describe personas que se las ingenian en empresas pequeñas que requieren de perspicacia para su éxito), sin embargo, el padre descubre que su hijo en realidad ha dejado de estudiar y le ha mentido durante años. Eugenio Retes representa de manera magistral a este padre chileno adolorido y desilusionado, aunque comprensivo y fuerte ante los embates del destino. Se introduce a este personaje con voz en off al comienzo de la película describiéndolo como un “hombre que como todo chileno no se rinde ni se doblega ante el rigor de la fatalidad”, revelando así el espíritu de la chilenidad.

Circo popular

En esta dinámica, los valores del Circo - popular cuando es del tipo "Circo Chamorro" - se han difundido a partir de una permanente y ancestral práctica itinerante de este conjunto de artes y oficios, de la que varias generaciones han sido testigos y protagonístas.

Uno de los momentos más emocionantes e imborrables de la niñez es sin duda vivenciar una matinée de un circo popular. Se recuerda su carpa llena de inmensos parches que intentaban cubrir un universo de agujeros, hijos del trajín y del tiempo. En la pista desfilaban saltimbanquis, prestidigitadores, payasos, animales domesticados, trapecistas, equilibristas y tantos otros personajes, interpretados asombrosamente por muy pocas figuras. Incluso se observaba a los mismos artistas recibiendo los boletos y acomodando a la concurrencia. Luego, en el intermedio, sin ningún pudor, los mismos oficiaban de vendedores de maní y de manzanas confitadas. Innegablemente, era un circo pobre, provisto de estrechos y débiles tablones, con piso de aserrín y olor a caramelo. Los muchachos del barrio llegaban jubilosos para sortear la débil vigilancia y entrometerse furtivamente por la loneta sin pagar la entrada. Apoyados por la escasa luz del lugar los audaces se encaramaban hasta el último piso de la galería, construido habitualmente de palos desgastados y quebradizos.

En ese periférico espacio se quedaban todos muy juntos, confundidos por la agitada travesía realizada. Se encendían los reflectores y se iniciaba el espectáculo con el himno nacional, interpretado por una humilde banda de músicos. En ese momento los mayores se paraban respetuosamente; los demás, en cambio, regañadientes se erguian temiendo que con el movimiento de la gente el madero terminara por romperse, precipitando así sus sueños al suelo. Inmediatamente del entablado surgían los aplausos y las silbatinas para recibir el desfile de apertura de los protagonistas. Posteriormente venía un número fuerte, dos hermanos trapecistas que inventaban improvisadas piruetas en el aire, imitando a verdaderas aves humanas.

Detrás proseguían los payasos, con una rutina de humor parlante, pícaro y rápido que servía para aliviar la tensión anterior. Ellos eran una verdadera legión de cultores enrolados habitualmente al circo por razones de parentesco o por alternativa de trabajo. Acostumbraban a desarrollar esquemas preconcebidos de gags, trucos y chistes blancos, la mayoría patentados por el emblemático Abraham Lillo, el Tony Caluga. Ahora, a la distancia, puede adivinarse que todos esos personajes excéntricos y bufonescos compartían la misma mirada romántica y la seria decisión de vivir del y para el circo.


Todos atesoramos desde niños bellos recuerdos de esta extraordinaria institución. Evocaciones que en ningún caso tienen que ver con carencias afectivas, sino más bien con la profunda admiración que se sentía hacia quienes impresionaban por su capacidad y habilidad física para hacer cosas que otros no podían realizar.

Cabe recordar que para Iquique durante el siglo pasado, el circo popular representaba - junto al cine - un acontecimiento maravillosamente humano, que entretenía a toda la familia, sin pretender ser un negocio de proporciones, como lo es ahora. Tal vez, no tenía la pulcritud ni la producción a la escala de la nueva hornada que encabeza el Cirque du Soleil, pero sí deleitaba por su magia, pasión y fantasía. El circo tradicional gozaba de dignidad artística y lograba a través de sus seres extraños crear en cada función una atmósfera espiritual altamente gratificante.

Curiosamente, hoy vemos que vuelve a instalarse en los jóvenes el interés por la práctica circense, que va más allá de la simple moda. Ahora esta disciplina comienza a amalgamarse con otras artes como el teatro y la danza, originando una vertiente más estética y dramática que se denomina nuevo teatro.

Por eso nos declaramos abiertamente fieles admiradores del circo popular, porque tiene que ver con nuestra memoria emotiva, con un sin fin de sentimientos y emociones intimas, con la identidad nacional, con muchos signos atrayentes, con el espíritu de una época, con una ficción colectiva; pero, fundamentalmente, porque guarda estrecha relación con un primer estado de encantamiento que se experiementa frente a ese alucinante espacio criollo, nostálgico y poético, como es nuestro circo nacional.

El Gran Circo Teatro

Desde sus inicios en 1988, la compaía de mismo nombre, dirigida por el afamado Andrés Pérez, desarrolló un trabajo de investigación escénica basado en la integridad del gesto y la palabra. El Gran Circo Teatro rompió esquemas, fue diferente, incorporó y recicló recursos del Teatro du Soleil, el teatro oriental Khatakali, kabuki y técnicas de la comedia del arte.

Nacido justo despues del plebiscito del Si y el No, al rededor de 40 artistas, entre actores, plásticos y diseñadores, se reúnen en un galpón ubicado en Independencia, perteneciente a la familia Lobos Medel, padres de Jorge - joven aprendiz de trompeta - para reunirse con el actor y director Andrés Perez Araya, quien se encuentra de vacaciones en Chile y que en unas semanas más retrornará a Paris donde trabaja en una de las compañias teatrales mas prestigiosas de Europa.

Andrés se reúne con estos artistas para proponerles trabajar en un montaje teatral que hable del amor, y que sea de un autor chileno; dice "...trabajaremos metodológicamente según lo aprendido con la maestra Arianne Mnousckinne y su Compañia "Thetre du Soleil"...". Esa es la siguiente es la invitación.

No hay plata. Hay que conseguir sala para ensayar, vestuario, etc.¡¡

Después de unos minutos de evaluar la situación unos se despiden y abandonan el lugar, otros están eufóricos, tratando de resolver cada inconveniente.

Este es el marco en el que nace el Gran Circo teatro: todos los que se quedan tienen la experiencia de hacer teatro de calle, una ilimitada capacidad soñadora y gran cariño y admiración por Andrés Perez Araya.

al cabo de unos días llega a manos de Andrés, a trvés de Willie Semler "Las Décimas de la Negra Ester", poema escrito por Roberto Parra.

El tiempo transcurrido entre lectura, deslumbramiento y decisión de inspirarse en este poema para el montaje fue una sola cosa; Perez Araya tiene su grupo, la inspiración, ahora solo hay que empezra a trabajar. Y empieza la aventura. (historia completa en http://www.grancircoteatro.cl/historia.htm)

AXXIONA Desarrollo Humano toma de la historia del circo chileno, la imágen de la identidad o espíritu de la chilenidad, caracterizada por la sobreposición a los inconvenientes y las pesadumbres, el despliegue de una inteligencia sagaz para hacer "maravillas" en ausencia de recursos o posibilidades y y arraigambre identitaria y sociocultural...